miércoles, 10 de diciembre de 2014

#Today101214


Hace un año escribí un post con 14 propósitos para el año nuevo siguiendo la inciativa de Escalarta y el Señor don Gato. El post de hoy es el exámen de esos tan buenos propósitos.
Le he pedido a una bruja rabiñosa que siempre tiene razón amiga que me corrija mi #Today.
Os dejo con ella.

 
Con prisas, siempre con prisas, si es que así no se puede.

Que dice la Laurita que le corrija su Today 4.11.14, que esta chica es muy cansina y dice que yo seré ciertamente más objetiva que ella para decidir lo poco que ha cumplido y lo que no (pero ni de coña, vamos).

Así que sin más preámbulos, procedo a la corrección, eso sí, en rojo, que es como se corrigen las cosas como Dios manda.

1-Pasar más tiempo con mi Cheri, tiempo a solas se entiende, tiempo para nosotros.

Almita de cántaro, ilusa de ti. ¿Pero qué esperabas? ¿Días de 48 horas? Hay que ser más realistas en la vida, no me canso de decírselo.
Pues no, lo de pasar más tiempo, va a ser que no, entre la venta del piso y que a la Señora le ha dado ahora por correr como alma que lleva el diablo no ha podido ser.

2-Ir a la piscina los domingos con mi Mayor: porque este aprende a nadar y le gusta sí o sí. Que para eso es mi vástago!

JAJAJA, espera que me está dando flato de tanto reír.
¿Los domingos? ¿Por las mañanas? Vamos, el único día que tiene para dormir un poco y quedarse medio comatosa en casa en pijama hasta la hora de comer. Game over.

3-Salir antes del trabajo ergo, organizar mejor mi día de trabajo.

Qué masacre, por favor. ¿Se puede pedir un “Pasapalabra”?
Bueno, voy a ser menos rancia. Se aprecia una ligera mejoría desde el mes de septiembre.
Como diría una buena maestra “puede mejorar y mucho”.

4-Ir dos veces a la semana a la ZUMBA (o por lo menos una, ea!)

Ejem! va a ser que no pero rompo una lanza en su favor y os anuncio que ha cambiado la zumba por lo del running (como un galgo corre que parece que la persiguen)
Le doy medio punto.

5-Escribir un post al mes (y mantener vivo este blog)

Si, eso si lo ha cumplido.

No, si esta cuando se pone a hablar o a escribir, no hay quien la pare.
Eso sí, se cogió unas vacaciones sabáticas del copón en verano y sigue escribiendo sin orden y con mucho desconcierto.


6-Ponerle "cara guapa" al blog que como algunos recién nacidos esta "feo y arrugau".

Lo de la belleza eso es subjetivo, no?

El blog sigue feo y lo que te rondaré morena pero seamos profundos y quedémonos con el contenido sin pararnos a examinar el continente. Aunque dicho esto, mejor no examinar mucho el contenido tampoco.

7-Leer al menos un libro al mes y alternar idiomas por aquello de conservar un vocabulario digno en la lengua patria y mejorar un poco en inglés.

Esto sí lo ha hecho, que la he visto yo alternando libros en todos los idiomas, ya no le caben los libros en casa. Menos mal que tiene el Kindle.

Un punto.

8-Ir de viaje a Madrid (con o sin hijos. La fiesta de #malasmadres no cuenta)

¿Quién dijo que la fiesta de las #malasmadres no contaba?

Digamos que sí que cuenta y sí, allí se fue la descocada, abandonando hijos y marido en el dia de la Madre (en Francia), como siempre ilustrándose.

9-Ser más paciente con mis hijos (estoy oyendo a mi Pepito Grillo particular que me dice, para eso nena tendrías que volver a nacer!)

Hay mejoría pero todavía no ha llegado al nivel “profesional” está más bien en un nivel "intermedio"  y un poco esquizofrénico en que a veces es muy paciente y a veces parece el muñeco Chuky.

10-Comer más sano (no menos, eh? que yo con hambre soy mala compañía)

Pues ha habido de todo como en botica. Alterna fases en la que come todas las guarrerias que caen en sus manos, con otras en las que se pone seria y come bien.

Le doy medio punto para que no se desanime.

11-Dedicar tiempo a mirar a mis hijos, a observarlos, nada más y nada menos.
Hay mejoría en este tema pero no lo suficiente. La falta de tiempo es lo que tiene que afecta a esta labor contemplativa tan necesaria. Y luego pasa, lo que pasa que se le hacen mayores los hijos y ni se da cuenta.

12-Hacer fotos de familia en las que aparezca yo (huérfanos de madre)

¿Los “selfies” familiares cuentan? Si cuentan, alguna que otro foto hay.
Hay que continuar con fotos de verdad.
Le doy medio punto.

13-Correr con mis compañeras de trabajo "La Parisienne" (carrera de 6 km en beneficio de una asociación de lucha contra el cáncer de mama): esto es un verdadero reto par mi porque odio profundamente correr.

Sí, sí, eso sí que lo hizo. Hasta testimonios gráficos hay para probarlo.
Punto bien ganado.

14-Ir al menos a 3 exposiciones, museos (se admite también el cine)

Admite lo que quieras, linda, que no has ido a NADA, ni cine, ni concierto, ni exposición.

Este tema es una causa perdida. Lo veo.


Aquí termino mi corrección. Como veis, el balance es más bien negativo pero no se lo tengáis en cuenta que la chica tiene buen fondo y lo intenta.

50 cosas sobre mi

Tengo cara de bichillo pero dicen que era más buena que el pan.

  1. Soy de apariencia extrovertida
  2. Pero en realidad, soy extremadamente tímida.
  3. Que me fotografíen es para mí una tortura, no soy nada fotogénica, seguramente porque no me siento a gusto delante de una cámara.
  4. Soy púdica, hablar de sentimientos, me cuesta mucho, mis acciones hablan por mí. A los únicos a los que les repito sin descanso que les quiero muchísimo es a mis hijos, quizás porque mis padres son también muy púdicos y nunca nos lo decían con palabras.
  5.  Soy muy habladora. El “muy” se queda corto. Soy consciente que esa verborrea esconde la timidez y la inseguridad. Es uno de mis mayores defectos. Trato mucho de moderarme y fracaso mucho en el intento.
  6.  El ser tan habladora hace pensar a las personas que me rodean que no sé escuchar y que no sé guardar un secreto.
  7.  Eso me duele mucho porque las dos afirmaciones son falsas.
  8. Soy alegre y me encanta reír.
  9. Me gustan las actividades de grupo, era feliz en las colonias de verano y con los grupos de amigos del verano. Cuando me vine a vivir a París perdí mi grupo, mi tribu y lo echo mucho de menos, las cañas entre amigas, quedar con mi hermana a tomar un café.
  10.  Tengo una vena artística, he hecho teatro (no se me daba nada bien) y también he cantado en un coro. Cantar me encanta. Me relaja, me pone de buen humor, me llena de energía positiva.
  11. Sueño con aprender a tocar el piano y espero conseguirlo.
  12.  Soy desordenada y odio ordenar. Soy consciente que es uno de mis principales defectos pero este me lo perdono yo misma (ego te absolvo..) porque ordenar es un INFIERNO.
  13. Me gusta limpiar (menos mal que esto no lo lee mi madre que si no le da un síncope) salvo pasar la aspiradora (más que nada porque hay que montarla, desmontarla y ordernar…)
  14. Me encanta comer. Todavía no sé si este amor por la comida es una bendición o una maldición. Rara vez como todo lo que querría y podría. En una comunión de un primo cuando tenía 12 años me comí una pierna de cordero ENTERA. Mi familia no se lo cree todavía.
  15. Me gusta muchísimo cocinar (sobre todo la pastelería) y se me da muy bien…
  16.  aunque cocino poquísimo porque mi marido ha “ocupado” la cocina y se ha auto “nombrado” cocinero de nuestro  reino.
  17. Puedo comer casi cualquier cosa aunque no esté buena. Mi madre solía decir que hasta piedras podría comer si estuvieran bien cocidas….
  18.  Pero tengo muy buen paladar y sé reconocer a un buen cocinero o un buen guiso.
  19. Dibujo y pinto muy mal. Pero muy. Suspendía siempre dibujo en la escuela. Me apuntaron a clases de dibujo. Fui durante dos años hasta que el profesor tiró la toalla. No se lo reprocho, bastante aguantó el hombre.
  20. Soy muy leal.
  21.  Voy de frente. Siempre.
  22. Odio la gente con “doble” lectura, doble personalidad. No sé cómo tratarlos.
  23. Soy muy exigente, sobre todo conmigo misma. Soy consciente de ello e intento moderarme cuando trabajo con otras personas.
  24.  Me cuesta aceptar las críticas, salvo si son constructivas. Las personas que critican tu trabajo pero que no proponen nada diferente me estomagan
  25.  Soy muy impulsiva.
  26. Me cabreo con muchísima facilidad, subo como la espuma, también bajo como la espuma.
  27. No me cuesta nada pedir perdón. Perdonar me cuesta más aunque no soy rencorosa (pero tengo buena memoria)
  28. Soy orgullosa.
  29. Vivir en París no me gusta.
  30. Me encanta viajar.
  31. Tengo facilidad para los idiomas.
  32. Ser madre ha resultado mucho más difícil de lo que pensaba (yo me las prometía muy felices), pienso que es el trabajo más difícil que se nos encomienda…
  33. Pero ser madre me ha hecho sentir alegrías y satisfacciones que no se puedes ni cuantificar, ni pagar.
  34. Cuando hago deporte vacio mi cabeza y ordeno mi vida.
  35. La familia es sagrada para mí…
  36.  Pero hay personas que son tóxicas y que con todo el dolor del corazón hay que apartar.
  37. Devoro libros. Y digo devoro porque lo mío no es normal. A veces tengo la impresión que ni siquiera disfruto del libro, del viaje, lo que quiero es llegar. Admiro mucho a las personas que “paladean” los libros, yo soy más de deglutir.
  38.  Soy muy impaciente. Esperar es para mí un enorme suplicio.
  39. Cuando tengo hambre soy insoportable y me pongo agresiva. Basta con darme algo de comer y ya se me pasa aunque sea un trozo de pan.
  40. Me gusta tener el control, controlarlo todo. Lo paso fatal porque, claramente, controlarlo todo es imposible.
  41. Mi boda fue el día más feliz de mi vida.
  42. Me encantan las series de televisión, cuando era jovencita veía con gran fruición las telenovelas del mediodía.
  43. No me gusta el fútbol, cuando no juega mi equipo me da igual y cuando juega mi equipo lo paso fatal, dos horas agarrada a un cojín!
  44.  Soy muy empática.
  45.  Lloro con muchísima facilidad, me sirve de válvula de escape.
  46. La injusticia me corroe, no la soporto. Mi madre me llama “la abogada de las causas perdidas”. Si no necesitase ganar dinero trabajaría para una asociación.
  47. Me encanta ser jurista …
  48. Pero de pequeña quería ser médico pediatra. Sigue siendo un sueño para mí.
  49. Mi hermana es mi mejor amiga pero no lo fue siempre. Hasta el final de la adolescencia, vivíamos vidas paralelas, juntas pero no “revueltas”.
  50. Hoy es mi cumpleaños y nací en el ’75 así que id echando cuentas…..

lunes, 17 de noviembre de 2014

I ya tiene un año!!

Por una vez y sin que sirva de precedente seré muy breve.
 
Hoy es el Día Internacional del Niño Prematuro.
 
En este post os conté quién es I, hoy es especialmente su día.
 
A la que mi querida Fran bautizó tan acertadamente "la minúscula mayúscula" ha cumplido en octubre 1 año.
 
Este año no ha sido fácil, después del hospital, la vuelta a casa es siempre difícil, llena de angustia, de preguntas y de miedo, de visitas al hospital varias veces a la semana, de progresos y retrocesos.
 
Pero dejando esto de lado, el de hoy es un post de alegría, agradecimiento y esperanza.
 
I sigue más que bien, es una niña muy alegre con una sonrisa y unos ojos que te desarman, que te llegan al alma, una mirada inteligente y penetrante. Tiene su carácter pero es muy buena, un pedazo de pan.
 
En este año mi hermana y mi cuñado (con la ayuda de mi madre) se han "deshecho" en cuidados por su niña, fisioterapia, atención temprana, piscina (si pudieseis verla en la piscina cual Esther Williams). Ser padres es un abandono, ser padres de un niño prematuro lo es al cubo.
 
Pienso que el ver a su hija tan bien es recompensa suficiente pero como nunca viene mal aprovecho para decirles que han hecho un trabajo extraordinario.
 
El cumple de I se celebró como debía, rodeada de su prima Pelirouge y su Amama  (que también compartían cumple) y con una corona en la cabeza porque esta I es una reina que nos ha robado el corazón !!
 

viernes, 7 de noviembre de 2014

Ser mamá de un niño que nace demasiado pronto III- La vuelta a casa


Aquí tenéis la primera y la segunda parte de este post!


Pero, no todo era de color de rosa, mi hijo no era un bebé apacible, no le gustaba que le cogieras, se revolvía. Observé que cuando estaba en la incubadora, cuando le ibas a tocar a veces se estremecía, se retiraba como si le molestase, como si fuese demasiado. Esta reacción es normal en los bebés prematuros, tocarles como lo haríamos con un bebé nacido a termino es demasiado para ellos cuanto más prematuro es un niño, más cuidado hay que tener.

Estas reacciones naturales, como madre primeriza de un niño prematuro, te pillan muy desprevenida, te sientes rechazada por tu hijo, tu quieres cogerlo, abrazarlo, quererlo, si me apuras, volver a meterlo de donde salió y él no necesita eso, no quiere, no puede, es demasiado.

Poco a poco fuimos encontrándonos y nos fuimos adaptando el uno al otro. Sentí que como una flor, mi hijo se iba abriendo a mí, a mis caricias y atenciones. Y la situación se normalizó o casi.

Finalmente,  al cabo de 5 semanas nos dijeron que nos podíamos llevar a Michico a casa, no me lo podía creer.

Una semana antes de la esperada vuelta a casa, el hospital me propuso, hospitalizarme a mí junto a mi hijo durante tres días para que estuviéramos juntos todo el tiempo y tuviésemos un periodo de adaptación. Así lo hicimos. La primera noche, me lo llevé al cuarto y le miré dormir, no podía dormir, solo mirarlo. Era tan feliz, mi hijo era para mí. Hacia medianoche, se despertó y ahí empezó la fiesta. A las 4 de la mañana, me fui con él en brazos a ver a las enfermeras del turno de noche, venia yo muy preocupada porque lloraba desde las 12 sin parar. Ellas me miraron, se rieron y me dijeron “sí, tu hijo por las noches, duerme poco, llora mucho y solo quiere brazos”. Se me quedó cara de lela porque yo de eso no sabía nada, de nada. Por el día mi hijo era tan tranquilo y apacible que quién iba a pensar que había un Dr Jeckill y un Mr. Hyde!

Cuando volvimos a casa nos encontramos con los mismos problemas y preguntas de  los demás padres primerizos y con algunos más añadidos por la prematuridad:

-Todo era enorme, la cuna, la ropa, los chupetes, la hamaca, todo… Hubo que aprender a adaptar todo nuestro material a nuestro pequeño príncipe


Esa cuna o estadio de fútbol, tu chupete favorito rosa, tu Sophie, el escapulario de la Amatxu de Begoña y un pijama nada ñoño!!

-El miedo: los padres de niños que estamos con nuestros hijos en el hospital vivimos con los ojos pegados a los monitores; ritmo cardiaco, tensión, saturación de oxigeno, nos acompañan cada día. Términos médicos como bradicardia, taquicardia, desaturación, cianosis, apnea, etc. han formado parte de nuestra vida cotidiana. Hemos aprendido a vivir con ellos sin morir de angustia porque sabíamos que el monitor estaba allí de guardián. De repente, te vas a casa, sin guardián, sin malla de seguridad. Eso asusta. Si encima eres de naturaleza angustiada, se pasa un mal rato.
Para proteger a los padres lo ideal sería que técnicamente no pudieran ver los monitores. No es posible y se puede aconsejar a un padre que no mire el monitor pero por mucho que lo intente es difícil no hacerlo, tiene como une efecto hipnótico.

Estuvimos barajando seriamente comprar uno de esos sistemas que detectan el movimiento del bebé (o la falta de movimiento) y que alertan si hay un problema. Cuando lo pienso ahora, con la distancia, me da mucha rabia que haya en el mercado ese tipo de productos que vienen a explotar el filón del miedo de los padres. Es inmoral, además de nada necesario.

Quién dice padres nerviosos, con miedo, dice estrés y claro está, a padres estresados, niños estresados. Entramos claramente en un círculo vicioso, estábamos nerviosos, nuestro hijo también, lloraba mucho y no dormía (nunca ni de día, ni de noche, echaba siestas de 40 minutos), con lo cual nosotros estábamos cada vez mas cansados y nerviosos y así hasta el infinito.

Después de un par de meses caóticos,  empezamos a tener menos en cuenta lo que nos decían los demás y más lo que nos pedía nuestro hijo. Abandonamos la cuna (estadio de  futbol para él que era tan pequeñín), le pusimos a dormir en un capazo al lado nuestro y a veces, cuando se ponía muy nervioso por la noche, encima de nosotros (literalmente encima de mi barriga y de la mi esposo, por equitativos turnos de 3 horas cada uno), le llevaba a todas partes conmigo en brazos o con la hamaca (qué pena de fular de porteo que no sabía que existieran) y así con todo lo demás.

-los consejos contradictorios entre médicos pediatras y enfermeras. Un niño prematuro tiene un seguimiento más regular que el de los niños nacidos a término. Los primeros meses, te pasas la vida de “médicos”, los del hospital (para el seguimiento y la constitución de estadísticas), tu pediatra, el pediatra del centro de protección maternal e infantil. Cada uno tiene su librillo, su opinión y oíd, no suelen coincidir. Si además, la salida del hospital coincide con las vacaciones de verano, a esas opiniones se añaden las de los suplentes. Esto te lleva a una cacofonía “médica” muy preocupante.

-la culpabilidad: toda madre de un niño prematuro se siente culpable en mayor o menor medida. Empieza entonces el baile del “y si”. ¿Y si hubiese trabajado menos? ¿Y si hubiese hecho esto o lo otro? Y así hasta el infinito.

Personalmente, me sentí muy culpable y también imperfecta, incapaz de llevar un embarazo a término, me sentí muy traicionada por mi cuerpo que no pudo hacer lo “mínimo” que se espera de una mujer embarazada.

Entre la culpabilidad, los nervios y la falta de sueño pasé por una ligera depresión post parto. Es curioso porque esta empezó cuando volvimos a casa y no al nacer mi hijo. Entre el nacimiento y la vuelta a casa estaba como “desconectada” de mi misma, lo que importaba era mi hijo, había que luchar y no pensar, no sentir.

La vuelta a casa precipito todo esos sentimientos de golpe y me sentí frágil e incapaz.

Como todos los demás padres primerizos, superamos esta etapa y ahora nos reímos de ella.
Os podría seguir contando horas y horas de lo que siguió porque la prematuridad trae consigo no solo secuelas físicas sino también psicológicas. En mi caso, la separación que sufrimos todos cuando Michico nació le ha marcado en su carácter, ahora lo sabemos y hemos aprendido (o lo intentamos) a adaptarnos a él pero eso es, sin duda, material para otro post.

Cinco mesitos, en su capazo! El niño más bonito que ha parido esta madre!!

De esta experiencia aprendí muchísimo de mi y de la vida. Me di cuenta que la imagen de la maternidad que querían vendernos no era la real. Qué había mucho tabú y que era importante apoyar a los “nuevos” padres no con consejos sino con nuestra compañía, nuestra empatía, nuestro buen humor y nuestro tiempo. Aprendí sobre todo a no juzgar a los demás, sobre todo a las madres o padres porque qué se yo de sus vidas, sus circunstancias, con qué derecho doy mi opinión?

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Ser mamá de un niño que nace demasiado pronto -II- El Hospital


La primera parte  de este este post está aquí.


Mi marido volvió hacia las 6 de la tarde con una foto polaroid de Michico, todo estirado y con el puño cerrado (no podréis conmigo!). Así me pase unas cuantas horas mirando esa foto de poca calidad pero imprescindible para mí.


La matrona me dijo que si me levantaba y estaba bien al día siguiente podría ir al hospital a ver a mi hijo. Así que yo me di mucha prisa para estar “bien” y que me dieran permiso, tanta que me desmayé en le cuarto de baño de la habitación!!

Imaginaos la cara de mi pobre madre, que llega a verme con la tristeza de la noticia, el miedo y se encuentra a su hija cual unicornio desorientado (me salió un chichón en la frente, pa’ habernos matao). Lo pienso y me entra la risa. Pobre mi mamá.


Al día siguiente, di una barrila impresionante insistí ligeramente para que me dejaran ir al hospital y así fue. Tenía permiso para ir en silla de ruedas y quedarme 15 minutos (mi marido me acompañaba y prometió a la matrona que acataríamos sus condiciones, si no es por él, me quedo allí, palabrita).

Cuando llegamos al hospital, en el servicio de reanimación, había 4 niños. Una niña nacida a término, en su cunita, preciosa pero que no respiraba  sola (ay, qué penita) y tres prematuros en incubadoras. Los miré a los tres, los volví a mirar y no supe cuál de ellos era el mío. Luego supe que los niños prematuros se parecen mucho entre ellos y que la duda era normal pero en ese momento, me sentí muy mal. Es, sin duda, uno de los momentos más tristes de mi vida.

Quinze minutos es poquísimo pero ya me fui con el alivio de verle, de ver que estaba bien, que respiraba solo y que los médicos eran bastante optimistas.
Poco a poco, según me fui recuperando, pude alargar la estancia en el hospital.

Michico, 3 semanas después de nacer, el bebé mas bonito del  hospital


Tuvimos una suerte loca con el hospital, era (y digo era porque ya no existe, los recortes han pasado por ahí, malditos sean!) un centro especializado en prematuridad y perinatología, tenían una política global, el paciente era el niño pero ellos trataban a la familia entera. En el mismo centro recibí asistencia para la lactancia materna, tenían lactarium, asistencia legal (para todos los trámites administrativos), asistencia psicológica (individual y de grupo), me dejaban incluso comer en el comedor del personal a un precio irrisorio. Vamos, un “todo en uno” que claramente no podía ser rentable y que ha pasado a mejor vida. Huelga decir que los padres tenían acceso a sus hijos 24/24, sin restricciones, sin horarios y que podías llamar en cualquier momento del día y de la noche para preguntar por tu hijo.

Michico estuvo 5 semanas hospitalizado. En ritmo de crucero, llegaba al hospital a las 10 de la mañana (de 9 a 10 hacían las visitas médicas) y me iba a las 8 y media. En el hospital, las enfermeras me enseñaron todo, a cambiarlo, a vestirlo, a limpiarle la cara, la nariz, los ojitos, a bañarlo. En ese sentido me fui a casa con mi bebé con “todo” bien aprendido.

A partir del tercer día aplicamos el método canguro. Esa sensación de piel con piel la recuerdo como algo exquisito, precioso, necesario.

Mención especial merece el apoyo que recibí para instaurar la lactancia materna. Como he dicho en el hospital tenían su propio lactarium, me enseñaron cómo utilizar los “ordeñadores” profesionales, cómo almacenar y guardar la leche para asegurar la perfecta asepsia, cómo etiquetar los botes de leche, me dieron un volante para que pudiese alquilar en la farmacia un sacaleches igual que el del hospital (material profesional) y respondieron a todas mis preguntas que fueron muchas. Me alentaron cuando al principio no salía nada y me felicitaron cuando empezó la producción “lechera” industrial.

En cuanto mi hijo salió de la incubadora, me acompañaron para ponerlo al pecho, me tranquilizaron, me guiaron. Como resultado de todo eso, a mi hijo le pude dar pecho 6 meses. No fue lactancia materna exclusiva por consejo del pediatra pero digamos que era 1/5 leche de fórmula y el resto leche materna. Me sentí muy orgullosa de mi hijo que consiguió adaptarse a los dos métodos de lactancia y recuerdo con gran satisfacción cuando después de mamar se quedaba dormido, como dopado, con los brazos en cruz y las palmas abiertas, en plenitud total, satisfecho.

Michico tuvo, salvo algún día aislado, una estancia en el hospital tranquila, rutinaria, sin complicaciones. Fue engordando y creciendo a pasos de gigante y se fue convirtiendo en un bebé precioso y con mucho carácter.


Continuará (ya solo os queda una entrega más!)


lunes, 3 de noviembre de 2014

Ser mamá de un niño que nace demasiado pronto I- El Parto


Michico nació con 32 semanas y fue un niño “muy prematuro”.

En la prematuridad, como en todo en la vida, hay grados. Los niños nacidos antes de la semana 26 de gestación son  “micro-prematuros”, los que nacen entre la semana 26 y la semana 29 son “prematuros extremos” y a partir de la semana 30 son “muy prematuros”.

Par nosotros no fue un sorpresa, porque estaba ingresada por riesgo de parto prematuro desde hacía  3 semanas y media, pero sí una gran pena y decepción.

El parto se presentó, el mismo día en el que me hice la tercera ecografía de control. Todo iba muy bien, la doctora estimó el peso a 1780 gramos y la talla a 42 cm, medidas más que razonables para un bebé de 7 meses y se despidió de mi con cara triste y la siguiente recomendación “mantén calentito a esa gambita” (gambita es un término cariñoso que utilizan los franceses para hablar de los bebés pequeños) a lo que yo respondí “esa es mi intención”.

Pero no pudo ser, ese mismo día a las dos de la mañana, me confirmaron que estaba de parto, que tenía fiebre y una infección y que sí o sí, mi hijo nacería ese día.

 Este diagnostico llegó después de mi via crucis particular que empezó ese mismo día hacia las 6 de la tarde. Me empecé a sentir rara, las contracciones, aún estando medicada, empezaron a volver con fuerza. Pensé que sería el resultado de haber salido ese día, de haberme levantado y vestido para ir a la ecografía, pero sentía que algo no iba nada bien. A las ocho de la tarde, la matrona del turno de día se fue y vino la de la noche. Resultó que ese día, la matrona que tenía que venir estaba enferma y mandaron a una sustituta.

Hacia las 8 y media, le dije que algo no iba bien, le pregunté, en mi ignorancia, si la vía estaba bien “conectada” al brazo, si estaba tomando bien la medicación para parar las contracciones. Me miró con cara de pocos amigos y me dijo “si no hay agua en el suelo, es que estás tomando el medicamento”. Me puso los monitores, me dijo que sí, qué tenía contracciones y me subió la medicación al máximo. Para controlar las contracciones el ginecólogo me había puesto un medicamento que viene a ser muy parecido al  Ventolin que toman las personas con asma. Es un medicamento del demonio que aumenta muchísimo el ritmo cardiaco, te encuentras en reposo absoluto pero con el ritmo cardiaco de  después de un sprint.

Mi corazón se desbocó pero las contracciones siguieron fieles a su cita.

Llamé a la matrona muchas veces durante la noche, venia, me echaba la bronca por quejarme y se iba.

A la 1 de la mañana, vino de nuevo me dijo que la estaba monopolizando, que no estaba sola, que era de noche y había menos personal y que todo esto estaba sucediendo porque “llevaba ya 3 semanas ingresada, quería irme a mi casa y estaba muy pesadita”. Dicho esto, me dio un calmante para que me durmiese y descansase y también, claro está, para que la dejase en paz.

Me lo tomé y caí como en un medio amodorramiento. Parece ser que en mi medio sueño, seguía gimiendo de dolor y esta vez fue mi compañera de cuarto quién llamó a la matrona para decirle que “la señora de al lado, gime y dice “ay” sin parar”.

La matrona de guardia volvió diciendo “pero con lo que te has tomado ¿no duermes? Te voy a bajar a sala de partos que están allí dos matronas, sin hacer nada para que se ocupen de ti.”

Cuando me bajaron a “Partos”, vi una cara sonriente, la de una matrona, persona humana que me miró y me dijo “cielo, estás de parto, pero no te preocupes porque mira, yo también nací de 32 semanas y ya ves!”.

Intentaron trasladarme de hospital porque en el que estaba no podían recibir a un niño tan prematuro. Tampoco hubo suerte porque no había ambulancias disponibles y porque el ritmo cardiaco del niño se destabilizó y en esas condiciones no se puede proceder a un traslado.

Me explicaron el protocolo, que daría a luz en ese hospital, que podía llamar a una matrona particular para que estuviese todo el tiempo conmigo (eso hice y fue una idea muy acertada) que llegado el momento del alumbramiento un pediatra “reanimador” entraría en la sala de partos para “recibir” a mi hijo y cuidar de él como fuese necesario, que se llevarían al niño a otra habitación porque era preferible para todos si las cosas no venían bien, que no me podían decir más hasta que no viesen al niño.

Y lloré, lloré mucho. Lloré de pena, de miedo por mi hijo y de rabia. No podía parar de pensar ¿Por qué a mí? ¿Quién tiene la culpa de esto?

Llegó la matrona y hablando con ella me sentí más tranquila, me serené. Tenía por delante un parto y no podía dejarme llevar así, tenía que ser fuerte y me puse en modo “warrior” (ese modo duró dos meses más). Hacia las 5 de la mañana me pusieron la anestesia (bendito sea el médico anestesista!) y más ancha que larga me dormí una hora (pedí permiso antes a la matrona, claro está). El parto fue largo, di a luz a las 11:15 y estaba en sala de partos desde las 2 de la mañana.

Dar a luz, teniendo en cuenta lo que yo me esperaba (un infierno) y teniendo en cuenta las circunstancias me pareció razonablemente fácil (no me matéis, que era una “gambita”).

De mi hijo tengo un recuerdo fugaz, como de un conejito, fino y alargado, color marrón. Lloró casi inmediatamente, recuerdo haber pensado “llora, luego respira!”.

Se lo llevaron y vinieron unos minutos más tarde para decirme que pesaba 1750 gramos (vaya ojo el médico de la ecografía!) y media 44 cm, que respiraba solo aunque le costaba un poquito y que una unidad del SAMUR pediátrico iba a venir a buscarle.

La siguiente vez que le vi estaba ya en la incubadora, vino a verme en su “limusina” precedido de la pediatra que lo transportaba que me dijo con una voz firme, alegre y tranquilizadora “Señora, su hijo está muy bien”. En ese momento pensé que si un médico te dice eso, es que la cosa pintaba bien.

Pude abrir las ventanitas de la incubadora, mirar a mi hijo y tocarlo. Poco tiempo, ni siquiera un minuto, parecía enfadado y no hacía más que tocar la máscara que le habían puesto para ayudarle a respirar (luego supe que durante el traslado se la quitó de pura mala leche, primera manifestación de un carácter más que afirmado).

Se fue y a mi marido le mandé detrás, como en las películas americanas “siga usted a esa ambulancia”.

Durante las dos horas más que estuve en la sala de partos, me sentí triste y sola, muy sola.

Cuando me subieron a planta, vi que la matrona y las auxiliares habían limpiado de cabo a rabo la habitación, la habían ordenado, todo nuevo y limpio para pasar una etapa y no quedarse en el pasado, para no pensar en las 4 semanas pasadas ahí y se lo agradecí mucho.

Nunca creo haber estado tan cansada en mi vida, un cansancio animal. Quería dormir pero las llamadas empezaron a llegar, entre mi suegra que se debatía entre la pena, la incomprensión y el reproche (sí, fui yo la que lo dejé salir tan pronto) y mi madre que no se debatía nada, estaba simplemente histérica.

Yo esperaba a mi marido, que había seguido cual “Colombo” la ambulancia y que tenía que traer noticias del hospital de Michico y también fotos. Aún tardaron algunas horas.


viernes, 3 de octubre de 2014

De la “conciliación” y otros pecados inconfesables


Hoy por la mañana me he levantado con las declaraciones la señora Mónica de Oriol presidenta del Círculo de Empresarios Españoles. Reproduzco literalmente lo dicho por ella no sin cierta pena, rabia y también asco:

"Si una mujer se queda embarazada y no se la puede echar durante los once años siguientes a tener a su hijo, ¿a quién contratará el empresario? Prefiero a una mujer después de los 45 años o antes de los 25, porque por el medio, ¿qué hacemos con el problema?", 

Inmediatamente, he sentido la necesidad de saber cuál había sido la “ruta” vital de esta mujer que siendo joven (creo que tiene unos 50 años) y empresaria se permite hacer ese tipo de declaraciones.

Mi estupor (y mi rabia) iba de creciendo vertiginosamente según iba descubriendo datos sobre ella, sus estudios universitarios prestigiosos, dos matrimonios, alta directiva de varias empresas y seis hijos, sí, seis hijos. Bien es verdad que los tres primeros los tuvo muy jovencita, antes de los 25 años que pone ella como tope a las mujeres para ser “empleables”, para ser empleados fidedignos y de “buena calidad”.

Este tipo de comentarios machistas y completamente desprovistos de fundamento generan en mi mucha rabia y cuando vienen de una mujer muchísima incomprensión.

Llevo 15 años trabajando y 2 con un cargo directivo. De esta mi experiencia profesional, corta lo reconozco, he sacado las conclusiones siguientes:

  •  En las plantillas de personal cualificado (secretarias, administrativas, juristas, etc.) hay una mayoría de mujeres entre 25 y 35 años porque trabajando lo mismo (y a veces más) que un hombre, cobran mucho menos sueldo, entre el 10 y el 25% menos que sus homólogos masculinos

  •  Los jefes y responsables de esas plantillas suelen apreciar al personal femenino porque se adaptan, son más flexibles y menos exigentes que sus homólogos masculinos que quieren “promocionar”

  • Los jefes y responsables de esas plantillas aprecian también a las mujeres de esas edades porque se sienten menos amenazados por ellas que por sus homólogos masculinos (no vaya a ser que les quiten el puesto)

  • Algunos cargos directivos, muy cínicos, han entendido que la  “conciliación” que piden las madres (y algún padre como mi señor esposo) es un verdadero negocio para ellos porque reduciéndose la jornada, reducen el sueldo pero no la carga de trabajo porque y cito a un  joven empresario y amigo de mi marido: “las mujeres son (sois) tontas, se sienten culpables por haberse reducido la jornada y “sacan” el mismo trabajo en menos tiempo”.

  •  He utilizado el termino jefes y responsables que engloba a hombres y mujeres, pero en realidad jefes y responsables que sean mujeres hay pocos, dolorosamente pocos. En departamentos con un 95% de mujeres en los puestos “junior”, sueles encontrar siempre o casi siempre hombres como jefes de departamento. ¿Qué pasa con las mujeres? Desaparecemos, según vamos subiendo en el ranking de puestos de un departamento, no digamos ya de los puestos de alta dirección.

  •  Cuando eres una mujer y trabajas, quedarte embarazada es jugar a la ruleta de la fortuna. La mayor parte de las mujeres viven (vivimos) el momento en el que tenemos que dar la “buena” noticia a nuestra empresa con miedo y aprensión. Sí, porque hasta que no te toca a ti, no sabes cómo (te) saldrán las cosas y en una misma empresa, con una misma política de recursos humanos, tu futuro en la empresa  depende directamente de tu responsable, de su forma de ser y pensar.

  • Lo que sigue es obvio  pero hay que recordarlo porque parece que hay personas que se pierden. El hecho de tener uno o varios hijos no disminuye la capacidad de trabajo, ni el interés, ni la competencia profesional de una persona, es más, el hecho de tener responsabilidades y horarios menos flexibles suele tener el efecto contrario es decir una personas más concentrada, más organizada, que está a lo que está y no como diría mi amiga Paula a “calentar el asiento”.


Estas mis humildes constataciones, las conocemos todos y la señora de Oriol con su amplia experiencia profesional las conoce mucho mejor que bien.  

Y en estas condiciones, sólo tengo dos preguntas:

1- Señora de Oriol, ¿cómo se atreve a hacer semejantes declaraciones? ¿se da usted cuenta de su repercusión?

2- Señores y señoras empresarios españoles ¿se sienten ustedes representados por la señora de Oriol?

Añado para terminar que si el hecho de ser madre (o padre)  garantizase el puesto de trabajo durante 11 años, la tasa de natalidad española subiría como la espuma.



martes, 16 de septiembre de 2014

La Parisienne o el Placer de correr

Tres meses y medio que tengo este blog más que abandonado, por dejadez, por falta de inspiración. Ay, la desidia qué mala es!

La semana pasada cumplí uno de mis propósitos de Año Nuevo, que al paso que vamos será el único, y corrí  « La Parisienne ».

Es una carrera anual reservada a mujeres de todas edades. La distancia es corta, 7 km, ojo, corta para las personas que corren regularmente, que no es mi caso. Una parte de los fondos recaudados sirven a financiar la investigación médica y en particular la investigación sobre el cáncer de mama.

A parte de lo dicho ¿qué tiene de particular esta carrera? El ambiente de fiesta, las corredoras participan disfrazadas, hay bandas de música durante todo el recorrido, los parisinos tan circunspectos ellos, salen a la calle a animar a sus mujeres, madres y amigas.  Vamos que es un despiporre general muy recomendable!


Foto


Esta historia empezó hace un año cuando mis compañeras de trabajo participaron juntas a la carrera y volvieron con una sonrisa y una experiencia común. Las vi preparase, entrenar, ir y volver y sentí curiosidad y un poco de envidia, así que cuando me lo propusieron, prometí inscribirme con ellas el año siguiente.

En febrero se abrieron las inscripciones y fiel a mi palabra me inscribí  (antes morir que perder la vida) con ganas pero sin mucha convicción. Estaba convencida que lo de correr no era para mi. Me hacía mucha ilusión correr en equipo y sobre todo por una buena causa pero en el fondo pensaba que no lo conseguiría.

Empecé a entrenar en marzo, salí dos días a correr y me quise morir. No aguantaba ni 5 minutos seguidos corriendo, me fallaba el fuelle y al día siguiente tenía una agujetas de las de llorar y no parar. No seguí. Pasaron varios meses y me fui haciendo a la idea de que al final no participaría a la carrera porque recordémoslo, correr no es lo mío.

Y entonces sucedieron dos cosas imprevistas, la primera fue que mi empresa se ofreció a pagarnos la inscripción a la carrera, a patrocinarnos y la segunda fue conocer a Marta.

Está claro que cuando la señorita de RRHH viene a darte ánimos y a decirte que tu empresa cuenta contigo y te das cuenta que el servicio de comunicación se está frotando las manos con la campaña de promoción interna y esas fotos de jóvenes (y no tan jóvenes) mujeres que corren por un causa justa, ya no puedes dar marcha atrás. A ver, una tiene su orgullo que defender.
Esto añadió el punto ese de estrés positivo, de agobio, sin el que la mayor parte de los proyectos no saldrían adelante (por lo menos los míos)

Y el encuentro positivo, el que añadió esperanza, ilusión y confianza fue el de Marta quién con pocas palabras comunica mucho. Personalmente, sentí que lo podía hacer, que ella creia en mi y eso me motivó muchísimo.

Marta, tienes un efecto muy positivo en la gente que te rodea.
En lo que me toca, GRACIAS !!

Así, que como no había escapatoria y podía hacerlo (YES I CAN) me puse a entrenar otra vez. Claro esta que remoloneé lo que no está escrito y esperé lo más que pude, quedaban 6 semanas para la carrera.

Mi marido en sus años pre-padre-de-familia corría, lo hacía bien y sobre todo le gustaba.
Así que le pedí consejo y me preparó un planning de entrenamiento y se vino a correr (más bien una mezcla entre arrastrarse y trotar) conmigo.

Resultó que, cómo todo en la vida, a correr se aprende y que yo corría demasiado deprisa (tipo no llego al cole, no llego a la entrevista, no llego al metro y así!) y muy tensa, según mi marido perfecta para hacer el baile ese del « robocop » con el chikilicuatre (sí , en nuestra casa tenemos una cultura general muy buena con referencias culturales de peso).

Une vez estos escollos de principiante superados me di cuenta de que podía correr 5 minutos y 10 y 15 sin pararme y sin echar los pulmones en el intento.
Y, cómo lo había previsto Marta, me « enganché » a correr. Religiosamente, fui a correr cada 2 días y aunque hubo días bastante durillos debo decir que la evolución fue mucho más rápida de lo esperado.

Una semana antes de la carrera empezamos a entrenar en grupo y para gran sorpresa mía y de ellas nos fue genial. Fueron varios momentos de risas y de tiempo compartido. Me encanto!

El día de la carrea salió nublado, esperamos 2 horas y medias para poder empezar a correr. Éramos 39 000 y salíamos por olas de 1000 o 1500. Cuando nos tocó el turno eran las 11:30, había salido el sol y  hacía mucho calor.



Esperando la salida !! Foto


Salimos contentas y con ilusión pero costó, hubo momentos de flaqueza de cada una de nosotras pero nos apoyamos mutuamente y continuamos, como los Marines «no se deja a nadie atrás », todas juntas.

Había personas de todas las provincias francesas, no solo parisinas y para mi sorpresa y alegría muchas españolas que venían a participar a la carrera.

Esta experiencia, que me ha empujado a escribir después de 3 meses de ausencia, es una de las mas satisfactorias que he vivido en mucho tiempo. Me di cuenta de que estaba feliz y orgullosa y me pregunté por qué. ¿Por qué ese sentimiento tan fuerte de felicidad?

Y vi a una niña de unos 11 o 12 años que participaba por la primera vez a un cross. Era un sábado por la mañana y llovía. El cross lo había organizado el ayuntamiento y veníamos con el colegio. Recuerdo que me trajo mi padre en coche, un poco a regañadientes por “importunar” su mañana de asueto. Recuerdo una pista de tierra, más bien de barro. Empezar a corre y darme flato fue todo uno y para colmo de los males, perdí una de las zapatillas en el barro. Se hundió y no había manera de encontrarla. Huelga decir que llegué la última con mucha diferencia. Sentí mucha vergüenza por llegar la última y sentí la mirada de reproche de mi padre que lejos de consolarme me debió de decir, con su honestidad característica, que aquello había sido un desastre.

Y entonces decidí que « correr no era lo mío ».

Y a veces las cosas cambian aunque sea a casi 40 tacos!

De esta experiencia saco dos conclusiones:

-nada está grabado en la roca, lo que fue puede no ser en el futuro
-siempre, siempre dar refuerzo positivo a mis hijos.

¿Alguien se anima a correr?  ¿Os venís el año que viene a La Parisienne?